Latino (*)
Por Ricardo Soca
Originariamente, era el
gentilicio de los pueblos del Lacio, pero se aplicaba también a la lengua
latina. Actualmente, se refiere a los pueblos de América y Europa en los que se
hablan lenguas derivadas del latín.
El origen de la palabra se
sumerge en la bruma de remotas leyendas surgidas en los tiempos homéricos. Durante
la Guerra de Troya, Latinus era el rey de los aborígenes (de ab origines),
primitivos pobladores de la Península Itálica. Cuenta la leyenda que cuando
Eneas llegó fugitivo a la costa italiana después de la toma de Troya por los
aqueos, fue acogido con su familia por Latinus. En la familia de Eneas estaba
su hijo Iulo quien, según la leyenda, sería el fundador de la familia Iulia, en
la que ocho siglos más tarde nacería Julio César.
Otra leyenda cuenta que Latino
habría guerreado contra Eneas y que, muertos ambos, los tirios y los aborígenes
decidieron unirse para formar un nuevo pueblo, al que dieron el nombre del rey Latinus.
Más allá de la milenaria leyenda,
lo cierto es que el nombre latinus lo
tomaron los romanos para sí y para su lengua y cultura. Tras la caída del
Imperio Romano, fueron llamados latinos
los países que habían sido conquistados por Roma y las lenguas que derivaron
del latín.
La palabra cruzó el océano en la
segunda mitad del siglo XIX, cuando intelectuales que rodeaban al emperador
Napoleón III acuñaron la expresión ‘América Latina’ para justificar la invasión
de México y la imposición de Maximiliano como emperador. Napoleón III creía que
la expresión ‘América Latina’ hacía resaltar el carácter latino de Francia y
aproximarla a los mexicanos.
Cuando este nombre tendía al
olvido, fue rescatado desde comienzos del siglo XX por las corrientes políticas
de izquierda para diferenciar a los países iberoamericanos de los Estados
Unidos. En general, no suele usarse la expresión ‘América Latina’ ni el
gentilicio ‘latinoamericano’ para referirse a los canadienses de origen francés,
quienes también son americanos de herencia latina.
En España la expresión siempre ha
sido poco usada. Tal vez por entender que ella tiende a diluir el papel de
España en América, se prefiere ‘hispanoamericano’ o, cuando se desea incluir a
Brasil, ‘iberoamericano’.
(*) Texto tomado de Soca, Ricardo (2010). La fascinante
historia de las palabras. 2da edición. Rey Naranjo Editores. Bogotá, Colombia; págs.
113-114.
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